(Debo señalar que mi reciente incursión en el espacio blogger me permite publicar algo tan pasadito como esto. En recompensa por semejante conchudez va también un alucinante grafitti de Banzky)
Al igual que muchos de los que usamos el internet, he visto con gran entusiasmo como se ha convertido en un importante medio de difusión de contenidos y más aún, en un soporte de expresión para el ciudadano de a pie. Los peruanos tenemos en las redes sociales la posibilidad de exteriorizar nuestra posición en torno a diversas situaciones; ¿trascendentes o no?, uno puede decir lo que le venga en gana, exponiéndose claro, a sufrir un bombardeo de opiniones contrarias. ¡Pero de eso se trata finalmente, este medio deja decir y deja contradecir!.
He descubierto además (con gran emoción debo reconocer), que los peruanos nos hemos convertido en millones de analistas políticos que desde diversas tribunas buscamos opinar para convencer, y es que la situación en la que nos encontramos sin duda lo amerita. Por alguna razón este escenario me agrada, por que ha permitido que mucha gente se interese en aspectos antes restringidos y hablo de la restricción interna para opinar sobre situaciones que atañen a nuestro país. Bajo ese pretexto resultó sano ver si algunas de las tantas opiniones que circulan por la red terminaba por convencerme de que era efectivamente cobarde y cómplice por tener la intención de votar viciado o simplemente no ir a votar.
Es en ese afán que he revisado cuanto link asociado a la coyuntura electoral de nuestro país exista, surfeando entre denuncias coherentes y descabelladas, furibundos análisis de periodistas e intelectuales y opiniones de mis más de 200 amigos del facebook (¡esto es especialmente bueno, ya que creí que mis amigos se reducían a 20!).
Durante la incansable búsqueda resultó que lo más cercano a mi posición es la opinión de Mariella Patriu, de quien como periodista solo había escuchado cuando César Hildebrant la sacó del programa “La boca del Lobo”, según dijo, por orquestar una traición. Poco después supe que es su sobrina, en fin.
El objetivo de esta nota es transcribir algunos párrafos de la columna de Mariella Patriu, que considero reflejan la sensación que muchos tenemos a pocos días de las elecciones presidenciales.
Ya que el juego democrático nos ha ubicado en la terrible disyuntiva de decidir entre el cáncer y el sida (Vargas Llosa dixit) o entre el moco y las babas (como diría mi abuelita) el Perú se enfrentará este domingo 5 de junio a una realidad lamentable: estamos entre la espada y la pared.
Y parece que este Perú de los desaparecidos de Colina, de los periodistas perseguidos, de los medios chantajeados y comprados, del congreso convertido en el portapliegos del dictador, ha decidido repetir el plato y probar suerte otra vez con la familia Fujimori, donde parece que el gran patrimonio que heredan los hijos es el poder que nace de los votos populistas.
A este país de la salita del SIN, de los poderes secuestrados, de la SUNAT como sicaria de la mafia, de las Fuerzas Armadas rateras y traidoras a la patria, a este país del chinito buena gente que llegó en tractor y que se fue como un dictador fugitivo, le parece buena idea que salga Keiko a pesar de todo eso, con tal de que no sea elegido el cachaco mandamás de familia homofóbica y poco respeto a la propiedad privada, convertido ahora en una versión increíble de liberalismo y democracia.
Y en ambos casos se dirán las mismas frasecitas trilladas de siempre ¡Que la libertad venció al miedo y que juro por Dios y por la Patria y ¡no me juzguen por los errores de mi padre¡ y etcétera y mil etcéteras más.
Yo quiero a mi país. Lo quiero libre de compromiso. Que no lo contaminen las dictaduras extranjeras ni lo ensucien las corrupciones internas. Lo quiero libre de polvo y paja, sin racismos que lo dividan ni nacionalismos que lo aíslen.
Que se vayan los corruptos, los mentirosos doble cara, los rateritos de poca monta, los candidatos rabo de paja, los machistas, extremistas.
Váyanse también los pobres diablos que buscan un futuro en la política. Nunca lo van a encontrar. Dedíquense a otra cosa y dejen de vivir de nuestros impuestos a cambio de nada.
Los que creen que el voto debe ser obligatorio, porque el pueblo es un atado de borregos, váyanse también. No los queremos. Sabemos decidir por nosotros mismos si votamos o no.
Delincuentes de cuello y corbata, con cola de rata, go home! Media vuelta y a su hueco. Cánsense. Ya robaron bastante.
Que se vayan los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga que tienen en el propio. Váyanse los egoístas que no supieron renunciar a tiempo y que ahora se preocupan porque “la democracia está en peligro”. Too late.
Lobos disfrazados de cordero: ya les vimos los colmillos: se les escapa de vez en cuando el lenguaje de cuartel.
Váyanse los intolerantes que no saben debatir. Váyanse los atorrantes que usan el insulto como fórmula de ataque. Váyanse los que se creen perfectos y no conocen la palabra autocrítica. Váyanse los idiotas que creen que el país se divide entre los “pitucos gringuitos” y los “cholos pezuñentos”.
Váyanse todos aquellos que fundan ideologías políticas que se basan en conceptos raciales. Lárguense, por favor, los que creen que esto se combate con una buena campaña política. No entienden nada.
Váyanse los egoístas que se acordaron que había país más allá de las playas de Asia, solo cuando se asustaron con Humala. Váyanse los que rumian su odio y lo escupen a través de las redes sociales, en lugar de entender que esta nación solo saldrá adelante cuando cada ser humano que la conforma se convierta en un constructor y no en un mendigo.
Mariella Patriu.
Por eso y por muchas cosas más, decidí que:
¡No votaré por Keiko!
Porque tengo memoria y recuerdo con asco e indignación la corrupción fujimorista, porque me niego a olvidar los crímenes, la impunidad y sobre todo a ignorar a las miles de víctimas de ese nefasto gobierno.
¡No votaré por Humala!
Por que no me creo su repentino interés por concertar los cambios económicos, por que su discurso inclusivo es mediático y oportunista, porque rechazo toda forma de violencia e intolerancia que ponga a los peruanos en contra de otros peruanos.
¡Votaré viciado! (o quizá no vote)
Porque quiero a mi país y deseo que algún día podamos elegir un presidente por convicción y no desde la esperanza en el mal menor. No será este año, desafortunadamente.
¡Mi posición no es cobarde ni cómplice!
La cobardía y complicidad están más cercanas a los votos coaccionados por el miedo ocasionado por ambas candidaturas y que ganará sin duda quien mayor miedo ejerce.
El voto coaccionado por el miedo no es de ninguna manera un voto por convicción.
Ojala y pudiéramos mostrarle a ambos candidatos que existe algo más del 40% de peruanos que nos los quiere, pero es en realidad una hipótesis improbable. Sin embargo, confío que quienes estamos convencidos de esta opción seamos los primeros en promover la vigilancia y participación ciudadana, con instituciones y organizaciones sociales fortalecidas, capaces de mostrarle a quien nos gobierne que durante los próximo cinco años no dormiremos el sueño de los justos, sino que estaremos al frente con dignidad y valentía para que nunca más los gobernantes se sirvan de nuestro pueblo.
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