(Demasiado tiempo de abrazar a los
que partieron, me ha cansado.
Demasiado tiempo de zarpazo mortal a los que amo, me ha cansado.
Demasiado tiempo, demasiado, me ha cansado.
Y desde mis ojos cansados, y desde mi pelo cansado, y desde mi llanto cansado,
Penetro en tus ojos, y tus ojos se agrandan y nuestra
mirada de ayer es presente y futuro y mi canto
vuelve a cantar en el tuyo.)
Demasiado tiempo de zarpazo mortal a los que amo, me ha cansado.
Demasiado tiempo, demasiado, me ha cansado.
Y desde mis ojos cansados, y desde mi pelo cansado, y desde mi llanto cansado,
Penetro en tus ojos, y tus ojos se agrandan y nuestra
mirada de ayer es presente y futuro y mi canto
vuelve a cantar en el tuyo.)
Sol y Lluvia
Esta mañana la vía expresa apareció adornada por carteles
naranjas que pedían votar sin miedo, sin odios, con esperanza… esbocé una irónica
sonrisa sin entender ¿cómo rayos podemos olvidar nuestro pasado y cometer los
mismos errores?, ¿desde cuándo ser asesino
o ser víctima da lo mismo?.
Recordé entonces la alegoría de la caverna, aquella en la que
un grupo de hombres encadenados y prisioneros desde su nacimiento solo pueden
ver el fondo de la caverna, sin poder girar la cabeza hacia la salida, lo único
que observan son las sombras provocadas por el paso de los hombres libres cerca
de una hoguera. Estos prisioneros acostumbrados a lo que ven, asumen aquella
oscuridad como cierta, incluso si alguno de ellos pudiera ser libre esta nueva
realidad le resultaría extraña y la observaría con miedo.
Parece que no estamos tan lejos de ser como aquellos hombres;
tanto tiempo en la obscuridad de gobiernos corruptos que terminamos aceptándola
como nuestra única realidad y peor aún, resignándonos a ella. Debe ser esa
irreal resignación la que explica que a pesar de todo el daño causado por el
fujimorismo, hoy es la mayor representación política de nuestro país y se
acerca peligrosamente al gobierno.
Es el fujimorismo el
cerebro de esta descabellada irrealidad, es ese fujimorismo conchudo que se
niega a desaparecer y perder el poder, es ese fujimorismo sinvergüenza que se asocia
con narcotraficantes y con la minería ilegal a cambio de votos, es el
fujimorismo que se burla de nuestra gente y pretende comprar a los más pobres
con un plato de comida, es el fujimorismo convenenciero que a cambio de unos cuantos votos se compromete apoyar las agendas que un
inicio rechazó.
Estamos a un paso de agradecerle al fujimorismo por las
matanzas en La Cantuta y Barrios Altos, por los cientos de desaparecidos y las
esterilizaciones forzadas, por dejar un país en la ruina económica, con
nuestras riquezas naturales entregadas cual mercancía, con la corrupción
enquistada en sus instituciones públicas y con medios de comunicación
chantajeados y comprados. Estamos a punto de agradecer el haber dejado un país
incrédulo, desconfiado, temeroso y sobre todo conformista. Conformista cuando
piensa que todo está perdido y que será igual elija a quien elija, un país que
se conforma con la idea de ser gobernado por la hija de un dictador, aliviando
un poco su temor con ideas como:
“…ella no será igual a
su padre”: ¡Claro que no lo será!, Keiko es solo un títere (daría lo mismo si fuera
Kenji, Ramirez o la Chacón). El único interés fujimorista es retomar el poder y
sacar al dictador “por la puerta grande”.
“…es mujer y nos representa”: Me niego a creer que Keiko
Fujimori represente a las mujeres peruanas, ella no representa la lucha de la
mujer indígena, no representa a las estudiantes universitarias, a las amas de
casa o a las mujeres profesionales. ¿Cómo vernos reflejada en una mujer que vive
su vida llena de lujos conseguidos a costa de la pobreza de un pueblo?, ¿cómo
sentirme reflejada en una mujer que vive de la política como si se tratara de
un patrimonio heredable?, ¿cómo identificarme con alguien que califica como “errores”
los crímenes cometidos por el gobierno fujimorista?.
Darle el gobierno a un partido cuyos miembros están
investigados por corrupción y lavado de activos no es una opción, menos
entregar el gobierno en bandeja de oro a una candidata que no puede explicar su
participación en un sinnúmero de delitos mientras fue primera dama. Ya una vez el “chinito con cara de buena
gente” nos estafó y negarle el voto a su heredera es el precio que el
fujimorismo debe pagar por haber solapado al dictador. Nuestro país no se
merece que juguemos al ensayo y error.
No se trata de odios desmedidos, ¡se trata de justicia!, se
trata de recordar nuestro pasado para evitar cometer los mismos errores, se
trata de no ser más ciudadanos manipulables y sin confianza en el futuro. Se
trata de votar sin miedo, se trata sobre todo de asumir la responsabilidad que
implica nuestra elección y aquella que viene después del 05 de junio.
Es posible que la opción que queda no sea la mejor, pero confío
que en una sociedad democrática los ciudadanos podemos ejercer vigilancia sobre
nuestras autoridades, sin represión, sin grupos Colina, sin Montesinos, sin
toda esa lacra que el fujimorismo le dejó a nuestro país.
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