jueves, 15 de septiembre de 2011

¡Arrepentida mal!

¿Quién no ha hecho el ridículo aunque sea una vez en la vida?, una escena dramática  entre patética y absurda, o triste y  cómica a la vez. Todos, (o casi todos) tenemos en la memoria alguna  escena  de esas que no se la sabe nadie, hasta que te enteras que algo parecido que pasó a tu mejor amigo (a) y solo ahí tienes el valor de admitir que también tú lo hiciste por error.

La parte divertida es que, es en esos momentos en que sientes que te hubieran arrancado el corazón del pecho y no te quedara más aire por respirar, en que la gente te dice cosas como:
- No te preocupes, va pasar.
- El / Ella no era lo suficientemente bueno para ti.
- Sigue adelante (con un forzado ¡tú puedes!)
-  Eras demasiado buena para él / ella.

De hecho, no te ha quedado más que fingir una leve sonrisa y decir convincentemente  ¡Sí, tienes razón!

Recientemente he descubierto que me paso gran parte del tiempo  recordando cada una de esas escenas (que por cierto han sido diversas) y disfruto analizando mi pasado, tratando de entenderlo y de corregir mentalmente mis errores.  Borro y reescribo en mi mente como debió ser, cual guión de novela personal.

Aunque no parece saludable, me ha resultado de gran ayuda analizar cuadro por cuadro cada capítulo de mi vida  y  pensar en lo que debí haber hecho o dicho, en lo que debí callar o gritar. Y entonces, la culpa infaltable cuando miras el pasado, parece hacer de ese momento un inexplicable pero reconfortante momento digno de fotografiar.

Este ejercicio puede sonar algo fetiche, pero me ha permitido reconocer errores, arrepentirme de bochornos pasados  y sobre todo me permite jurar y rejurar por todos los santos -y los no tan santos- que nunca más lo volveré hacer.

Me arrepiento por ejemplo, de haber callado tantos  ‘te quiero’ reales y  de haberlos dicho tan repetida e indiscriminadamente, cuando en realidad no los sentía.
Me arrepiento de haber intentado ser la chica perfecta para el chico imperfecto, me arrepiento de los chistes malos que no hice y  por no reir a carcajadas cuando debí hacerlo. Desde luego, me arrepiento de haber perdonado mentiras, y claro, de haberlas dicho con tanta frecuencia.

Me arrepiento de haber pedido flores en vez de libros, me arrepiento de haber regalado mis libros en vez de tarjetas, de haber escrito cartas - más de lo necesario-.

Me arrepiento de aquel cumpleaños infeliz esperando por tí, me arrepiento de haber nadado  contracorriente  y  haber quedado tan maltratada después.

Y es que,  si lo pienso mejor, hay mucho de que arrepentirme todavía.  Seguramente seguiré pensando que fui una completa estúpida por haber hecho o no alguna cosa, diré otra vez ¡nunca más!, y ahí estaré tiempo después, arrepintiéndome de los mismos errores, en un lugar distinto, en una circunstancia distinta, con una persona diferente.

Dicen que arrepentirse está mal,  pero para mí suele ser una limpia periódica del alma, aunque eso signifique que vaya por la vida equivocándome una y otra vez.

 Para arrepentirnos bailando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario